Sea hombre o mujer, miss o carpintero, esposa de Menem o de fulanito de tal, nadie tiene derecho a meterse en su balcón con un teleobjetivo digno de una película de James Bond y fotografiar su intimidad.
Lo más gracioso es que todos critican y que “!hay, qué barbaridad! o que “los periodistas ya no saben qué hacer para vender”. Pero querido lector, es usted el que paga por ver las fotos de la pobre mujer (que apenas se ve de lo flaca, la verdad) que ni en su jardín puede disfrutar de un poquito de intimidad y de otro poquito de cosas que no se pueden mencionar en sitios a los que acceden menores de edad.
Este tema del “bolocazzo”, y lo pongo con minúscula porque tremenda bazofia no se merece letras capitales, no da para discusiones éticas ni morales… el hecho es simple: la gente, carente de emociones propias, compra las emociones que le roban los medios a algunos personajes afortunados que sí tienen algo de acción en sus vidas. La triste verdad es que vivimos en un planeta atestado de ridículos que se emocionan con dos pechos disfrutando de su libertad, por la falta de sostén y de ese marido horrible de la pobre Bolocco.
Y no, no voy a poner sus fotos en el blog porque me parece denigrante tener que mostrar a una mujer desnuda para que la gente lea algo que yo escribo. Y no porque la desnudez esté mal (soy una ferviente fanática de la piel al viento), sino porque usar cuerpos ajenos, sin permiso y darle 200 vueltas al asunto me daría vergüenza.
Más bien los dejo con algunas fotos bonitas de cosas interesantes que pasan en el mundo:
Una neva especie de rana hallada en Surinam
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